Yo no me refiero a las dos primeras, me refiero a
esto que llaman problema religioso. La premisa de este problema, hoy político,
la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el problema
político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a
esta fase nueva e histórica del pueblo español.
Yo no puedo admitir, señores diputados, que a esto
se le llame problema religioso. El auténtico problema religioso no puede
exceder de los límites de la conciencia personal, porque es en la conciencia
personal donde se formula y se responde la pregunta sobre el misterio de
nuestro destino. Este es un problema político, de constitución del Estado, y es
ahora precisamente cuando este problema pierde hasta las semejas de religión,
de religiosidad, porque nuestro Estado, a diferencia del Estado antiguo, que
tomaba sobre sí la tutela de las conciencias y daba medios de impulsar a las
almas, incluso contra su voluntad, por el camino de su salvación, excluye toda
preocupación ultraterrena y todo cuidado de la fidelidad, y quita a la Iglesia
aquel famoso brazo secular que tantos y tan grandes servicios le prestó. Se
trata simplemente de organizar el Estado español con sujeción a las premisas
que acabo de establecer. […]
Discurso de Azaña en el Congreso de los Diputados
en 1931. Debate constitucional
Saludos!
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